Así eran las noches de mi
infancia: el ritual de un vinilo, su sonido, las historias de guateque, el
calor de una afición heredada. Siempre la certeza de que cualquier tiempo
pasado había sido mejor.
Escuchaba a Joan Baez y Bob
Dylan, la canción protesta como arma, con un diccionario en la mano aprendiendo
inglés a marchas forzadas. Siempre la certeza de que había algunas cosas que yo
nunca viviría.
Miraba a menudo una foto de
Riboud. Aún hoy cierro los ojos y veo a aquella joven de pelo corto, una flor
en sus manos; la huele, o no. Quién sabe. Sola frente a los soldados;
desarmada, o no. Invencible en su absoluta vulnerabilidad.
Crecí en la certeza de que
llegaba tarde a muchas cosas, de que todas las grandes batallas se habían
librado. Y entonces llegó #T y yo nunca volveré a dudar de que la unión hace la
fuerza y nunca volveré a resignarme, a acomodarme. Lo que ha de venir, algún
día será historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario