No recuerdo con exactitud, pese al gran esfuerzo memorístico que
me ha llevado, el momento en el que llegué a #T, como tampoco cuándo me
incorporé a tuiter. Lo que sí alcanzan mis neuronas a fijar con exactitud es la
razón por la que me coloqué ese emblema o marca en mi avatar.
Cualquiera que me conozca sabe de mí que soy muy poco dada a las
etiquetas, porque pensándolo bien ésas solo sirven para los envases. Con ello
quiero decir que huyo de catalogar a las personas, porque son una forma burda y
simple de agruparlas bajo unos atributos predominantes, sin tener en cuenta la
idiosincrasia y los rasgos peculiares de cada cual.
Entonces, por qué #T?
Desde la perspectiva subjetiva de quien les habla, la Justicia ha
sido siempre la hermana tuerta de la división de poderes, la cenicienta, la
gran olvidada. El acervo popular “pleitos tengas y los ganes” es un claro
ejemplo de lo que quiero expresar. Y si la Administración tributaria está de tu
vida a un solo click (créanme que es literal) y a un diputado o senador por el
hecho de serlo le dan la bienvenida con una maravillosa tablet grabada con una manzanita,
en Justicia, el que llega, a lo máximo que puede aspirar es a no quedarse sin
papel ni tinta de tóner. De ordenadores y programas informáticos no hablo porque,
en Justicia, eso es como el infierno español, un día no hay conexión, otro se
cuelga el programa y las más de las veces si hay más de dos funcionarios
trabajando en el sistema se produce una incompatibilidad de chips.
Pero todo eso iba a cambiar, porque llegaba a la escena patética
de nuestro teatro (como diría mi buena amiga Susana) el Gran Gallardón y con él
y gracias a él, la reforma de la Justicia.
Ignoro a estas alturas si fueron sus delirios de grandeza, sus
ataques compulsivos de megalomanía o una mala digestión de un potaje de
garbanzos lo que provocó que diera al traste con la justicia. Lo cierto es que
el ínclito ministro convirtió la tutela judicial efectiva en tutela judicial
“en efectivo”, dando así una buena patada en las entrañas del artículo 24 de la
constitución española.
Fue así como nace el movimiento #T, como rechazo a esa política
nefasta, reivindicándose una justicia en mayúsculas, independiente, eficaz, cercana
y con medios, consiguiendo aglutinar bajo esa insignia a miles de personas con
ese denominador común.
A Gallardón le debo, pues, el haberme incorporado a un enjambre de
personas de un calado moral e intelectual inconmensurables. Con ellos, desde
hace más de un año, comparto no sólo mis buenos días, sino mi quehacer diario,
mis dudas, mis alegrías y mis pesares.
Porque, en realidad, al menos para mí, más que un enjambre, todos
ellos han ido tejiendo una tela de araña en la que he quedado atrapada.
Y así, ya no concibo los amaneceres sin pegarme una carrera para
ver dos faros en Cartago, ni mis medios días sin un buen plato de michirones o
mis fines de semana sin irme de regatas con el Capitán Sparrow.
Tampoco serían buenos días para mí si me faltaran las palabras de
ánimo de muchos de ellos, las más de las ocasiones acompañadas de un video de
youtube o litografías que nunca repiten, que vaya ingenio que se gastan, porque
a día de hoy no hay dos iguales.
Veo crecer a sus hijos y rezo porque aprueben asignaturas tediosas
de la carrera.
He paseado con todos en Semana Santa y acudido a inauguraciones y
exposiciones.
En definitiva, con todos celebro la vida cada día un poco más y
contribuyen, como diría Punset, a un estado de felicidad global.
Hace poco alguien dijo que no se debe subestimar el poder de 140
caracteres. Créanme, es cierto. Pero eso, eso es otra historia.
@MJLetrada
Me encanta tu artículo muy bueno.
ResponderEliminarMe encanta tu artículo muy bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias.
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